La
huella y su imagen:
La
contemporaneidad y la memoria en las artes plásticas cubanas en
los Estados Unidos
-Visiones
genuinas
Como
sombras que la misma claridad auspicia y borra pasan las figuras.
Textos
Reinaldo
Arenas
Es
una de las paradojas de las artes plásticas cubanas que la categoría
de un arte que sea cubano y del exilio, empiece en un momento en que el
arte en Cuba se definía por su vocación hacia elmodernismo
internacional.En los años
cincuenta el arte cubano se debatía entre las coordenadas del abstraccionismo
y el arte concreto luego de haber desechado fórmulas visuales que
propusieran aquello que fuerapensado
como particular de lo cubano.La
búsqueda de la expresividad formal había descartado de manera
programática los tópicos fáciles: anécdotas
visuales simbólicas que fueran típicas o el uso de cierto
colorido pensado como tropical, prescindiendo así de un nacionalismo
pictórico más bien folklórico.
Es
entonces una de las ironías del arte actual que, cuatro décadas
después, los artistas cubanos en los Estados Unidos busquen en gran
medida restituir los símbolos de la vida cotidiana para así,
mediante la mediación artística, recuperar el espacio personal
del pasado que, dada la devastada situación cubana, significa una
reapropiación del desposeído legado nacional.
Esa
vocación hacia la exploración formal que se experimentó
en los años cincuenta en Cuba cuando se prestó atención
a las corrientes internacionales, explica que la primera generación
de artistas que eligen el exilio político siga con la práctica
de formas abstractas, sin que conste en el aspecto visual el vuelco definitorio
en sus vidas que significa el exilio.Sin
embargo, de cierta forma, la tensión presente en ese momento establece
los puntos álgidos que rigen aún las artes plásticas
de los cubanos en los Estados Unidos, la noción de que de algún
modo existe una particularidad entendida como una expresión nacional
o cubana, en unísono a una voluntad resuelta de incorporarse a las
corrientes estilísticas del arte contemporáneo.
Esa
vocación internacionalista explica también el eclecticismo
que parece ser la única constante que logra discernir la crítica
ante la variedad de expresiones estilísticas empleadas por los artistas
de origen cubano en los Estados Unidos. Es en el balance del péndulo
que oscila entre la definición nacional y las prácticas internacionales
que se define el arte del éxodo cubano.
A
la pregunta de qué significa “lo cubano” -- pregunta, que resume
la trayectoria de la cultura cubana en el siglo veinte en el que se buscó
un vernáculo artístico autónomo, mientras se evidenciaba
de forma simultánea el afán por incorporar el arte cubano
a las corrientes artísticas modernistas-- se agregaba la interrogante
de cómo se expresa una condición nacional sin fronteras.Hacer
esta salvedad podría ser descartada como de una inútil y
anticuada búsqueda por constantes que privilegian ciertas definiciones
borrando así la heterogeneidad cultural y étnica para imponer
una hegemonía de una esencia cultural falsa.Sin
embargo, si el tan llevado y traído argumento de la definición
nacional parece algo superado, de igual modo sería apresurado no
indagar sobre la misma premisa de trabajo. Cabe añadir que estos
artistas se han desarrollado en el medio artístico norteamericano
que permite insertarse en la fácil, por amplia, categoría
de arte latinoamericano y en años más recientes el de arte
“hispano” o “latino”que se suma
a una floreciente expresión cultural norteamericana del arte étnico.
Parecería entonces incómodo destacar la característica
de arte en el exilio, ¿cómo se expresa la cualidad de exiliado
en las artes plásticas? ¿Cuál es el principio discreto
para hablar de arte cubano en el exilio?
La
solución de aceptar a un artista que, aunque no haya nacido en Cuba,
se haya desarrollado artísticamente allí no suele plantearse
como problema en la cultura cubana, de tal modo Landaluce, Lino Novas Calvo,
Néstor Almendros pasan a la historia cultural cubana, aunque ninguno
de ellos, ni el pintor, ni el escritor ni el cinematógrafo haya
nacido en la Isla, incorporación que parecería no necesitar
de una explicación en un país compuesto de emigrantes.En
la segunda mitad del siglo veinte, cuando la fuerza del éxodo se
hizo centrífuga --y no centrípeta, como había sido
la experiencia cubana por casi dos siglos-- de igual modo se parece aceptar
la misma clasificación nacional para quienes la reclamen, aunque,
y es importante subrayarlo, la experiencia de lo nacional tenga referentes
bastante diferentes, según la generación y la década
en que sale el artista del país.Así,
en el catálogo de la importante colección cubana del Museo
de Arte Moderno en Fort Lauderdale, titulado Rompiendo Barreras,
se presenta en conjunto el trabajo de los artistas abstractos de los años
cincuenta y sesenta, junto con artistas que permanecieron marginados y
salieron ya en los noventa del país, como fue el caso de Umberto
Peña, Antonia Eiriz y Tomás Sánchez.De
las siguientes generaciones aparecen artistas que salieron de Cuba de niños
o adolescentes como Ana Mendieta, Luis Cruz Azaceta, Mario Bencomo, María
Martínez Cañas, Paul Sierra, María Brito, Silvia Lizama
y Ernesto Pujols junto con artistas que se formaron en Cuba como Arturo
Cuenca, Glexis Novoa, Gustavo Acosta y José Bedia. En algunos casos,
los artistas o bien nacieron en los Estados Unidos, como es el caso de
Coco Fusco o salieron demasiados jóvenes, como Ela Troyano que sale
del país a los dos años, para tener un recuerdo concreto
del país.
No
obstante, sin aparente reparo, se acepta la existencia casi medio siglo
después del inicio del exilio cubano de un grupo de artistas en
los Estados Unidos que todavía se identifican con tenacidad como
una comunidad particular con una mirada que se identifica como cubana.A
esta comunidad se han ido sumando artistas de generaciones sucesivas que
han seguido saliendo del país.En
los muros del Museo de Fort Lauderdale coexisten generaciones diferentes,
unos para quienes la identificación nacional significa un país
en el que nunca han estado pero que existe como parte del rumor y la historia
familiar, junto con sus compatriotas que sólo conocen la Cuba depauperada,
unido a otro grupo de artistas, tal vez sólo unos años mayores
a éstos, pero con edad suficiente para haber registrado en sus memorias
la destrucción material del país.
La
respuesta artística al vacío que han dejado las ruinas de
la vida nacional es la recuperación del pasado. No se basa en lo
que a veces se ha querido tachar de una nostalgia estéril, sino
en la apropiación, a veces agónica, otras aturdida o melancólica,
de un legado nacional común en respuesta a la destrucción
que ha dejado la violencia ejercida en el país. Resurge así
en las artes plásticas que se produce extramuros en los inicios
del siglo veintiuno una voluntad de restituir el mundo de la memoria y
ese acto de apropiación implica una definición colectiva
del pasado.Esta dirección
que se discierne en el arte contemporáneo de los artistas cubanos
o cubano-americanos en los Estados Unidos parece ser una respuesta creadora
ante la desolación de la actual circunstancia nacional.
Si
el eclecticismo del vernáculo artístico elude una clasificación
unificadora de rasgos formales que de algún modo caractericen a
los artistas que sienten importante su vínculo personal con Cuba,
es cierto que la tendencia a tener la isla del Caribe como eje de su mira
artística se descubre en los temas en que inciden, en las nociones
de ruptura, el recuento de los objetos del pasado.
No
fue así desde un principio. La exploración formal en el arte
de Agustín Fernández y la experimentación rigurosa
de las posibilidades plásticas de las formas geométricas
que son la firma de Zilia Sánchez, dos artistas que salieron del
país desde el principio del exilio, marcan un interés depurado
por explorar la expresividad de las formas.Incluso
en los espacios arquitectónicos figurativos de las casas de playa
de Emilio Sánchez se exhibe más bien una atención
a la composición geométrica y no la evocación tópica
del paisaje tropical.
Esa
búsqueda formal, abstracta con contadas excepciones de arte figurativo,
se afecta en los artistas subsiguientes por varios factores. Entre ellos,
la incorporación de las corrientes evolutivas del arte norteamericano
en que se experimenta entre muchas tendencias con las manifestaciones de
la cultura popular, el arte conceptual y la incorporación del medio
mixto que además incluye de manera notable la instalación,
la fotografía, el vídeo y la performance.
Luis
Cruz Azaceta incorpora al principio de su trayectoria elementos visuales
de la cultura urbana norteamericana con la violencia nada contenida de
tonalidades fuertes.Miguel Padura
es otro ejemplo de un artista de origen cubano que incorpora la anécdota
visual para explorar el tema del aislamiento y la soledad en la vida norteamericana.
El
éxodo por el Mariel trae a un nuevo grupo de exiliados a los Estados
Unidos y si bien es el escritor Reinaldo Arenas el artista más conocido
entre quienes salieron en ese momento, hubo varios pintores importantes
como Carlos Alfonso y Juan Abreu. Sin embargo, una de las imágenes
más sobrecogedoras de ese violento desgarre en su voluntad por subsistir
es la fotografía de un enjuto y demacrado Eduardo Michaelsen, pintor
de imágenes caprichosas y felices, cuando desembarcaba con gesto
decidido en Cayo Hueso, proveniente del Mariel en 1980.
Ante
el eclecticismo ha buscado un principio ordenador, podría sumarse
la búsqueda por concretar la huella de la memoria colectiva. De
tal modo, la recuperación de un pasado colectivo perdido es una
experiencia compartida por los cubanos del éxodo.De
manera nada paradójica, sino más bien comprensible para todo
aquel atento a la situación cubana,es
un rasgo también presente en muchas de las expresiones artísticas
que se producen en Cuba.Quizás
no haya un emblema más traumático del desposeimiento nacional
que la figura del balsero.La crisis
nacional de los balseros hace que surja el objeto de la balsa en la plástica,
que se repite obsesiva tanto en el arte de Luis Cruz Azaceta, quien vive
desde joven en los Estados Unidos, tanto como en Kcho que vive en Cuba.
Cuando
Heberto Padilla escribía que “sin estar loco, estoy obsesionado,
como la mayoría de mis compatriotas, con Cuba”,sus
palabras resuenan de manera gráfica en Alucinación
(1998) de Humberto Castro, un artista de la generación de los ochenta
en Cuba, ahora radicado en Miami, que presenta la silueta de una figura
humana desnuda y desprovista de individualidad que al mirarse en el agua
de la vasija ve la silueta de la isla de Cuba en el fondo.El
reflejo de la mirada que busca conocerse, la imagen de Narciso, se transforma
de su sentido originario de auto-conocimiento individual hacia la proyección
de una obsesión colectiva.
El
paisaje urbano perdido se recupera en la interacción lúdica
que establece Jesús Selgas, artista que sale también por
el Mariel.En la exhibición
presentada en Miami en el año 2001 titulada La Habana para una
Infanta Difunta, se elabora una alegoría mediante una serie
de cinco cuadros y una escultura que comenta sobre la destrucción
de la ciudad así como de su suntuosidad perdida. En la serie, aparece
en contraste las distantes partes del cuerpo de la infanta en un juego
visual de contrastes entre el fondo y la figura elaborada de una infanta
siempre fragmentada.La Habana
para una Infanta Difunta V, es una escultura en que aparece la figura
fragmentada hecha de metal y trozos de piel y tornillos, con el torso incompleto;
en su único brazo una mano de madera sujeta la bandera de Cuba.Esta
serie retoma el homenaje que ha empezado Selgas a las calles de La Habana,
notablemente en el cuadro Infanta/Sitios, cruce de calles habaneras que
componen un melancólico juego de palabras.Con
Las Infantas, Selgas hace un homenaje multidimensional a las infantas de
Velásquez, que pasan a ser motivo de un juego óptico, rescate
de la calle habanera y evocación al escritor Guillermo Cabrera Infante,
el cronista de las calles habaneras.Es
además una restitución, en el fondo desafiante, de los fundamentos
hispánicos de la ciudad, asimismo es una pavana, es decir, una composición
fúnebre, las exequias por la desaparición de una ciudad/princesa
difunta.
La
pérdida y su secuela de confusión reverberan en formas inesperadas
en el paisaje hiperrealista de Tomás Sánchez que construye
un orden geométrico, otorgando un sosiego y permanencia al paisaje
cubano construido según las hileras de palmas reales que aparecen
representadas con meticulosidad. El apacible y benevolente paisaje cubano,
ante el cual los románticos cubanos sentían cierta inconformidad
por su docilidad, muy diferente de los tormentosos paisajes preferidos
por los románticos ingleses, se rescata en una búsqueda por
un orden natural que no se hallaen
el dominio de lo social.
La
restitución en El patio de mi casa, la compleja instalación
de María Brito, parte de la colección del Museo Smithsonian,
reúnede manera concreta las
raíces truncas, atadas y torcidas del pasado familiar, mientras
evoca las habitaciones privadas del hogar asociadas con el dominio femenino,
la cama y la cocina, que aparecen como objetos destartalados y descartado
en el patio de la casa cubana.La
instalación con la máscara femenina fragmentaday
dejada junto con la fotografía de familia en el mostrador de la
cocina desvencijada evoca melancólica el lugar intimo de la casa,
porque el acto de amontonar los objetos descartados en el pasado es una
forma de rescatar ese pasado.
Coco
Fusco, que se define como una artista interdisciplinaria, ha sido más
bien asociada al arte latino en los Estados Unidos, conocida sobre todo
por el vídeo de la experiencia itinerante que montó con el
mexicano-americano Guillermo Gómez Peña,La
pareja en la jaula (1993) en que se explora las nociones de otredad de
los pueblos no occidentales. Fusco llevó a cabo una suerte de restitución
del pasado en la casa de la artista Tania Bruguera en La Habana, performance
que coincidió con la Sexta Bienal.Bruguera
repitió el gesto de tragarse la tierra, mientras Fusco regresa a
Cuba, gesto conflictivo entre muchos cubanos que viven fuera, para de modo
simbólico enterrar a su abuela. Fusco yació como cuerpo presente
en una recreación del velorio de su abuela, que fue a morir a España,
según explica la nieta, al no poder regresar a su propio país
antes de morir. La performance de Fusco es un acto de restitución
para un regreso simbólico para toda una generación de quienes
han muerto sin poder regresar a su país de origen.
Para
otra artista cubana, Gladys Triana el acto de restitución consiste
en una reconciliación de las formas luego de un agónico pleito
de las formas.Esta artista que sale
de Cuba en los años setenta mientras se dedicaba al arte abstracto,
ha dejado constancia gráfica de su trayectoria interior, descartando
el arte abstracto, para expresar la agónica ruptura en forma de
formas destruidas y restituidas al azar en collages.En
el catálogo de sus dibujos y pinturas de 1988, publicado por el
Museo de Arte y Cultura, aparece la serie desgarrada de figuras cuyos rostros
se diluyen en un movimiento ondulante que los desfigura.Esta
serie va acompañada por glosas de Reinaldo Arenas que van anotando
la obliteración de la cara, la transición conflictiva.De
esta época de los años ochenta, Triana produce el poderoso
Homenaje a mis padres en que entre un marco roto, se presenta la
ruptura de las formas orgánicas de rostros que miranfragmentados
al espectador.En el trabajo más
reciente de Trianase realiza una
reconciliación de las formas y en Meditación hay una evocación
elíptica de la ruptura de su mundo original.La
artista coloca al revés el mapa de la isla de Cuba recubierta de
encajes.Los dos planos, el inferior
en tonalidades apagadas, representan con serenidad la alteración
y el vacío.En sus formas
hay ahora una aceptación de la ruptura y en este cuadro restituye
el arte femenino de la labor de mano, imposición antigua al tiempo
femenino, pero también la única forma artística femenina
que se conserva en las artes de otros tiempos.
De
igual modo, el artista conceptual Arturo Cuenca rinde homenaje al modernismo
del arte cubano de los sesenta cuando dedica a Umberto Peña su exhibición
en el año 2001 en Coral Gables.Cuenca
ha seguido elaborando fuera de Cuba el arte conceptual que lo caracterizó
en Cuba.La insistencia en el arte
conceptual ante la ideología monológica que ejerce su tiranía
ante la cual se sublevan los artistas ya sea con furia nada disimulada
como en el conceptualismo de Arturo Cuenca o en la pausada resolución
de Gladis Triana que coloca al revésla
silueta de la Isla o en la simbología estética de la balsa
como aparece con un expresionismo figurativo en el trabajo de Luis Cruz
Azaceta.
José
Gómez Sicre sostenía en su antología en inglés
titulada Art of Cuba in Exile (1987) que el primer criterio para
incluir a un artista era su condición de expatriado.Si
la antología de Sicre en los años ochenta podía sostener
como valor discreto la condición de exilio de quienes nacieron en
Cuba, la situación, veinte años después, parece ser
más imprecisa, cuando las fronteras parecen menos precisas con la
participación por igual de quienes nacieron en Estados Unidos o
han vivido casi todas sus vidas fuera de Cuba junto con artistas que han
salido de Cuba luego de haberse desarrollado como artistas dentro de la
Isla, como sucede notablemente como muchos integrantes del grupo que estallo
en el escenario artístico cubano en los años ochenta y hoy
muchos de ellos viven fuera del país.En
un libro tan reciente como Arte contemporáneo de Cuba, Ironía
y sobrevivencia en la isla utópica(1997), figuran varios artistas
cubanos que viven ahora en los Estados Unidos, tales como José Bedia,
Glexis Navoa. Tomás Esson, por ejemplo. En los últimos años,
ha habido artistas conocidos de Cuba tales como Kcho y el grupo Los carpinteros
que exhiben en galerías de Miami, Nueva York y Los Ángeles.Algunos
artistas que viven en los Estados Unidos han ido a Cuba como Coco Fusco,
Eduardo Aparicio y Ernesto Pujols.El
antecedente más notable había sido Ana Mendieta, quien de
modo literal marcó su silueta telúrica en Jaruco en Cuba.La
categoría de exterior y nacional pasa a ser cada vez más
porosa.A pesar del recelo debido
a la conocida política cultural cubana de corte estalinista de usar
a los artistas para fines de propaganda estatal, la línea antes
trazada sobre la arena, se bifurca cada vez más en caminos que se
trazan y se borran en una época en que el artista invitado como
representativo de Cuba por el mundo artístico o académico
de los Estados Unidos, tantas veces ha terminado por integrarse a la comunidad
cubana en los Estados Unidos.
La
consideración poco tomada en cuenta es aquella que surge en el cruce
del posmodernismo y los llamados estudios poscoloniales que manejan los
términos de periferia y desplazamientos de las corrientes de los
centros hegemónicos que la presencia del artista de procedencia
cubana dentro del proceso del arte internacional.De
Arturo Cuenca se ha señalado quemaneja
los mismos recursos plásticos que los artistas conceptuales norteamericanos,como
si la falta de exotismo fuera de algún modo un reparo artístico
válido.La presencia de la
cultura cubana rompe los esquemas binarios de las teorías poscoloniales
en que se trata con cierta fe ingenua de las categorías impenetrables
de hegemonía y subalterno.La
transformación de Miami, que haya galerías de arte a principio
del siglo XXI el en la calle ocho de Miami, impensable para la generación
primera que se exilió a la carrera hacia un Miami, adormilado pueblo
pequeño, no sólo es una cabeza de playa cultural, sino que
de modo subrepticio pone en jaque las teorías sobre la alteridad
subalterna que se ha aplicado tantas veces indistintamente a los países
del hemisferio del sur.
Por
otra parte, Jorge Luis Borges habría de tener razón cuando
concluía en Posesión de Ayer que Todo poema, con
el tiempo, es una elegía. La memoria, axioma de la composición
artística, representa un objeto concreto para que sea compartido
por otros, de aquella imagen que era en un principio individual e intangible.En
el caso de la cultura que surge del éxodo cubano, un arte extraterritorial,
hay la necesidad de que ese inicio individual de donde surge una imagen
irradie para insertar su estética en una historia transnacional.
Si
bien la memoria es el vórtice del arte, su representación
adquiere una doble urgencia en el artista que pertenece a un éxodo.La
evocación responde a la necesidad de restituir un orden creador
ante la violencia impuesta.Dado
que la pérdida del pasado es un trauma compartido, se resalta la
necesidad de dejar una huella, de hacer arte con lo que queda de ese pasado
que, como todo pasado, es un tiempo que se ha perdido, recuperable y capaz
de permanecer en la memoria mediante la creación.
Contemporary
Art from Cuba.Irony and Survival
on the Utopian Island.Ed.
Zeitlin, Marilyn A. Zeitlin, textos de Gerardo Mosquera, Tonel (Antonio
Eligio Fernández) Delano Greenidge Editions: New York, 1999.